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¿A DÓNDE VA EL FERTILIZANTE QUE NO LLEGA AL CULTIVO?

Un agricultor aplica fertilizante de forma manual sobre plantas jóvenes de maíz, en una estrategia orientada a mejorar la eficiencia del uso de nutrientes en el campo. (Foto: Open AI)
Un agricultor aplica fertilizante de forma manual sobre plantas jóvenes de maíz, en una estrategia orientada a mejorar la eficiencia del uso de nutrientes en el campo. (Foto: Open AI)

La mitad se esfuma

Cada año, en el mundo miles de toneladas de fertilizantes se pierden en el aire, se escurren con la lluvia o quedan atrapadas en el suelo sin llegar nunca a las raíces del cultivo que deberían nutrir.Esa ineficiencia no solo cuesta dinero: también contamina ríos, degrada suelos y libera emisiones a la atmósfera.


La pregunta es directa: ¿de qué sirve aplicar más fertilizante si las plantas no lo aprovechan?

La ciencia lo respalda. Diversos estudios —y la experiencia del campo— confirman que alrededor del 50 % del nitrógeno aplicado nunca llega a la planta (Govindasamy et al., 2023).El problema no es exclusivo del nitrógeno. El fósforo, otro nutriente esencial, puede quedar inmovilizado en el suelo durante años, sin estar disponible para el cultivo.

  • Se volatiliza.

  • Se lava con la lluvia.

  • Se queda atrapado en el suelo.

  • Todo, menos alimentar al cultivo.


Fertilizar sin conocer el suelo es un error costoso

Cada parcela es distinta. Algunas tienen exceso de sodio, otras un pH extremo, y muchas carecen de micronutrientes clave como zinc o azufre.Aun así, durante décadas se han aplicado dosis estándar año tras año, esperando resultados diferentes. El resultado ha sido suelos desequilibrados, raíces dañadas y productores que pagan más para cosechar menos.

Fertilizar sin conocer el suelo es como recetar medicamentos sin análisis clínicos.


Ciencia y política trabajando juntas

Para revertir esta lógica, el CIMMYT y sus aliados han desplegado estrategias que combinan diagnóstico, tecnología y prácticas sustentables.En estados como Hidalgo y Morelos, técnicos capacitados recorren parcelas con tubos de muestreo, toman porciones de suelo a distintas profundidades y las envían a laboratorios especializados.De esos análisis surgen mapas de fertilidad que muestran con precisión los niveles de nitrógeno, fósforo, potasio, materia orgánica y otros indicadores.

Con esa información, los agricultores saben qué fertilizante usar, en qué dosis y en qué momento.El caso de Morelos es ejemplar: “Ahora somos el primer estado de la República que tiene todo el suelo medido”, declaró su gobernadora al presentar el mapeo estatal junto al CIMMYT. Una señal de que, con voluntad política y soporte científico, se pueden tomar mejores decisiones para el campo.


Hacia un manejo integral de la fertilidad

La visión va más allá de aplicar fertilizante. Se trata de un manejo integral de la fertilidad que incluye:

  • Conservar los rastrojos en la superficie para retener humedad y mejorar la estructura del suelo.

  • Incorporar abonos orgánicos bien manejados.

  • Corregir problemas físicos y químicos con insumos adecuados.

  • Rotar cultivos, en especial con leguminosas como frijol o haba, que fijan nitrógeno del aire al suelo de forma natural.


A esto se suma la tecnología aplicada: sensores ópticos que leen el verdor de las plantas para ajustar la dosis exacta de fertilizante, justo donde y cuando se necesita. Una combinación de saberes tradicionales y ciencia que reduce el desperdicio y mejora la eficiencia.


Las 4R: fertilizar de forma inteligente

El Instituto Internacional de Nutrición Vegetal (IPNI) propone una regla de oro para la nutrición vegetal: las 4R.

  1. La dosis correcta.

  2. En el momento adecuado.

  3. En el lugar preciso.

  4. Con la fuente más conveniente.


Este enfoque ya se impulsa desde los Hubs de innovación agrícola, como una forma práctica de fertilizar con inteligencia y responsabilidad.


Construir fertilidad desde adentro

En la agricultura, aplicar más no significa cosechar más. El exceso de fertilizantes puede provocar el efecto contrario: suelos desequilibrados, raíces quemadas y mayores emisiones contaminantes.La diferencia entre una cosecha pobre y una abundante no está en gastar más, sino en entender el suelo, aprovechar cada nutriente y regenerar la vida subterránea que sostiene la fertilidad.El futuro de la agricultura no depende de importar más insumos, sino de construir fertilidad desde adentro.


Fuente: cimmyt.org

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